Esto es el fin, no sé cómo seguir con este despropósito. En
pocas horas el repulsivo olor emanante del refrigerador comenzará a extenderse
por toda la casa y, en cuestión de minutos no habrá persona o animal que dude
que las sospechas que caían sobre mi espalda eran ciertas. La sangre que
escurre de la bolsa del delito baña mi oscuro cabello de un rojo más intenso
que el crepúsculo. A este ritmo no solo el olor atraerá a los incautos hacia la
verdad si no también el humo que está por surgir de la marmita en la que aun
yace, quemándose, las extremidades del pobre animal de compañía. A estas
alturas creo que todo intento de que intentéis comprenderme será en vano, ya
que los hechos hablan por sí solos, y lo
único que gritan es mi culpabilidad: la bolsa con medio cadáver, las cacerolas
bañadas en sangre con retazos del cuerpo del perro en su interior, el inmenso
charco de sangre que apabulla el vestíbulo, y por último, mi cuerpo tirado en
el suelo; tatuado con la sangre de las víctimas que han sido presas del
fantasma que en estos últimos meses ha estado invadiendo mi mente, moldeándola
a su imagen y semejanza.
La puerta comienza a ser golpeada con brío, se puede sentir la celeridad de la persona que se encuentra detrás de esta, o ¿Y si soy yo el que se encuentra detrás de la puerta, esperando ser descubierto para, por fin, liberar mi alma de este maldito ser que la atormenta?
La puerta comienza a ser golpeada con brío, se puede sentir la celeridad de la persona que se encuentra detrás de esta, o ¿Y si soy yo el que se encuentra detrás de la puerta, esperando ser descubierto para, por fin, liberar mi alma de este maldito ser que la atormenta?
Mis parpados se comienzan a cerrar, la puerta deja de sonar
y, por fin, puedo descansar.
***
Luego de una noche incómoda, ya sea porque no llego a fin de
mes y aún tengo por pagar el alquiler o porque sigo pensando en aquel hombre,
me despego de la cama tirando las cobijas a mi paso. El desorden reina en la
minúscula habitación. Nunca me ha gustado levantarme tan pronto, pero creo que
en la situación en la que me encuentro no me queda de otra, estos son los
momentos en los que me pregunto qué habría sido de mi vida si hubiera terminado
los estudios, bueno, supongo que esas preguntas solo las podré acallar el día
de mi muerte.
Dando por alto toda la insalubre inmundicia que cubre el
cuarto, salgo de este, con caución cruzo el salón intentando no despertar al
pobre anciano que aun yace en su lecho, aunque lo más probable es que aun siga
bajo los efectos del tranquilizante que se administra cada noche para poder
descansar sin reparos, según dice, para evitar escuchar el susurro de la sirena
que le salvó de ahogarse cuando era joven y que ahora quería devorar sus ojos
como moneda de cambio por aquel favor que le hizo aquella vez. Puede que en
muchas ocasiones se pierda en sus propios delirios como un niño que juega ser
un héroe, pero eso no hace que, cuando
aún está cuerdo, deje de ser una buena persona que debido a su buena voluntad y
a mi ferviente insistencia, decidió acogerme en su piso después de que mis
padres se cansasen de mantener a un bueno para nada como yo. Cogiendo las
llaves que se encuentran en la encimera del umbral del piso salgo del apartamento,
cruzo el rellano, bajo las escaleras y abro la puerta dispuesto a terminar el
día o, como mínimo, conseguir ver el atardecer sin que este queme mi podrida y
vacía existencia.
Dentro de unos minutos las campanas marcarán las seis del
medio día, hoy, como los otros días, no he podido conseguir el puesto de
trabajo al que me había presentado, y lo único que me ha quedado ha sido esta
pequeña chapuza a tiempo parcial en la que el recatado anciano me ha enchufado,
algún día tendré que devolverle todos los favores que me ha hecho, no obstante
no tendré ningún reparo en hacerlo, ya que bien se lo merece, puede que le
compre un par de cámaras de vídeo vigilancia para que pueda resguardarse con
más seguridad de la quimérica sirena que tan afamadamente lo persigue.
Por lo menos en este trabajo no es requerida ninguna
habilidad exceptuando ser poseedor de dotes de limpieza, en efecto, soy el
hombre de la limpieza de una escuela. Los angostos pasillos de este concurrido
recinto no hacen más que dar fuerza a los fantasmas del pasado que atacan mi
mente, reprochándome la falta de conciencia que tuve al dejar los estudios,
¿será posible que ese anciano lo haya hecho con segundas intenciones?
Aunque no parezca un trabajo agotador va a resultar
siéndolo, no recordaba que la juventud fuese tan caótica y que pudiese inundar
todo de inmundicia tan rápido, en este
momento agradezco que el trabajo se cobre por horas en lugar de por la zona de
limpieza. Desde la distancia observo como los profesores se reúnen en una de
las clases del edificio y comienzan la
reunión semanal, en la que hacen un seguimiento de todos los alumnos. Creo
recordar que cuando era más joven siempre sentía pavor de esa situación, pensar
en que todos mis docentes se reunían para conversar sobre mi comportamiento y
rendimiento me ponía los pelos de punta. Al mirarlo desde la distancia
pareciera que estuvieran preparando un plan maquiavélico para dejar a los
inocentes niños sin recreo. De pronto noto como uno de los maestros gira su
cabeza hacía el cristal superior de la puerta, desde el cual contemplo esta
escena. Él, después de compartir unas palabras con sus compañeros y compañeras
de trabajo se levanta y, con un semblante demasiado serio para la situación, se
dirige hacia la puerta. Al
atravesar-la se me queda mirando durante unos segundos y me pregunta:
- ¿Es que
no tiene otro lugar que limpiar o algún váter que desatascar? Estamos teniendo
una reunión muy importante y, si no le importa, necesitamos un poco de
privacidad.- Dijo el encorvado profesor mientras me lanzaba una mirada de lo
que yo intuía como desprecio.
Sin decirme una sola palabra más dio media vuelta y regresó a su asiento. Yo,
naturalmente me fui alejando de la clase en la que se daba la reunión. Me había parecido un poco exagerada la respuesta
que ese hombre me había dado. Mientras me dirigía a la minúscula habitación donde
se guardan los materiales de limpieza escucho unos cuchicheos provenientes de
dos mujeres que también trabajaban limpiando y ordenando las clases. No hacía
falta escuchar nítidamente su conversación para darse cuenta de que conversaban
sobre la reunión de los profesores. Por lo que discretamente pude escuchar esas
congregaciones no parecían tener una finalidad laboral y por algunos de sus
gestos con las manos y el movimiento de sus
secos labios conseguí saber que esa no era una reunión que únicamente se
celebrase una vez a la semana. Yo, al haber comenzado a laborar en este trabajo
hoy día no estoy muy enterado de la situación de este, ahora, un tanto
misterioso recinto escolar.
El sol va escondiendo su presencia como una rata en una
cocina. Por mi mente pasa la idea de visitar un bar que suelo frecuentar desde
que dejé el hogar de mis padres, pero rápidamente la idea se desvanece como el
dinero de mi cartera a causa de unos préstamos que solicite del banco para
poder pagarle otros préstamos a una persona que ojalá no vuelva a ver.
Sin dinero ni entretenimiento decido caminar por las sosegadas calles de esta tranquila ciudad hasta verse poner el sol. Tan pronto como el sol se pone decido emprender rumbo hacia mi oscuro y lóbrego hogar. No se puede intuir que la noche vaya a ser especialmente animada, podría contar las personas que se encontraban cruzando la misma calle que yo con los dedos de las manos. Sin previo aviso comienzo a escuchar unos pasos acelerados que provienen de la calle que voy dejando atrás. Llevado de la mano por la curiosa y espontanea acción decido girar levemente la cabeza, solo lo necesario para poder observar el rostro de las prisas en persona.
Sin dinero ni entretenimiento decido caminar por las sosegadas calles de esta tranquila ciudad hasta verse poner el sol. Tan pronto como el sol se pone decido emprender rumbo hacia mi oscuro y lóbrego hogar. No se puede intuir que la noche vaya a ser especialmente animada, podría contar las personas que se encontraban cruzando la misma calle que yo con los dedos de las manos. Sin previo aviso comienzo a escuchar unos pasos acelerados que provienen de la calle que voy dejando atrás. Llevado de la mano por la curiosa y espontanea acción decido girar levemente la cabeza, solo lo necesario para poder observar el rostro de las prisas en persona.
Era una pequeña niña, de aproximadamente unos ocho años.
Gracias a mi auto reflejo pude observar su rostro. Fuera la razón que fuera que
tuviese para comenzar a correr debía ser lo suficientemente sería como para
dibujar tamaña desesperación en su pálido rostro. Tan pronto como la vi alejarse algo en mi
interior me instó a seguirla, posiblemente no con desesperación, pero si con un
intenso sentimiento de inexistencia que parecía emanar la pequeña. Este era tal
que influía las ganas de correr en busca de lo inexistente y, como yo era la
única persona que la vio alejarse en esa búsqueda, me veía obligado a seguirla.
No es algo que se pueda explicar de forma simple, es como si algo más
intangible que un recuerdo me coaccionase a seguir sus pasos.
En breve me encontré en lugares que nunca había pisado, casi
asemejándose a una ciudad completamente diferente a la que no encontrábamos,
casi como una ciudad anónima. La joven me condujo hasta un descampado, lo
suficientemente grande como para hacer ver el cielo más próximo de la tierra.
Las estrellas brillaban con un fulgor impropio de una acrópolis tan
desenfrenada como esta. De pronto ella se va deteniendo a la par que el
pensamiento y sentir del impulso no existente, lo que me hace frenar y adoptar
su velocidad casi simultáneamente. Casi pareciese que durante la persecución me
hubiese convertido en el títere de un caprichoso ventrílocuo. Luego de haber
quedado libre del ficticio embrujo me quedo mirándola, su pelo es ondeado por
la brisa noctambula, que hace que mis huesos se estremezca debido a las gélidas
a la par que crecientes temperaturas. Antes de poder reaccionar la niña se
encontraba en el suelo, se había desplomado mientras yo había quedado
expectante ante el manto celeste. De una amplía zancada intento llegar a su
posición. Su pulso era muy débil, casi indetectable.
Intente encontrar a alguien me que pudiese llevar al hospital más cercano, ya que no tengo ni para el transporte. Al no encontrar a nadie decido llevarla al apartamento del viejo, dudo que le encuentre algún problema ya que la pobre no parece tener ningún objeto que ubique si lugar de estudio o su casa, por tanto no tiene donde ir, por ahora espero.
Decido llevarla recostada en mi espalda. Al ser tan pequeña
no tengo muchos problemas en transportarla. No sé si se trata de que las calles
se encuentran demasiado solitarias pero no puedo evitar sentirme más observado
a cada paso que voy dando. Consigo llegar con la niña a casa, sigue
inconsciente. Me dirijo hacia el teléfono de casa mientras intento recordar el
número de urgencias médicas. Al comenzar a marca este comienzo a escuchar lo
que se asemejaban a arcadas, dejo el teléfono en su lugar y me dirijo a mi
cama. Lo primero que observo es la a pequeña postrada en el suelo vomitando algo
más blanco y espeso que el bilis
estomacal. Antes de que ella pudiese dar más rienda suelta a su malestar en el
suelo la cojo en brazos y la llevo al baño.
Poco tiempo después de haber llamado a urgencias estos
llegan y se la llevan en camilla y ambulancia. Después de todos los incidentes ya mentados decido
acompañarla en la ambulancia no es que tuviera la responsabilidad pero me veía con
el deber e interés de hacerle compañía hasta el hospital.