viernes, 12 de septiembre de 2014

Proyecto 1 ( en proceso )

Esto es el fin, no sé cómo seguir con este despropósito. En pocas horas el repulsivo olor emanante del refrigerador comenzará a extenderse por toda la casa y, en cuestión de minutos no habrá persona o animal que dude que las sospechas que caían sobre mi espalda eran ciertas. La sangre que escurre de la bolsa del delito baña mi oscuro cabello de un rojo más intenso que el crepúsculo. A este ritmo no solo el olor atraerá a los incautos hacia la verdad si no también el humo que está por surgir de la marmita en la que aun yace, quemándose, las extremidades del pobre animal de compañía. A estas alturas creo que todo intento de que intentéis comprenderme será en vano, ya que los hechos hablan por sí solos, y  lo único que gritan es mi culpabilidad: la bolsa con medio cadáver, las cacerolas bañadas en sangre con retazos del cuerpo del perro en su interior, el inmenso charco de sangre que apabulla el vestíbulo, y por último, mi cuerpo tirado en el suelo; tatuado con la sangre de las víctimas que han sido presas del fantasma que en estos últimos meses ha estado invadiendo mi mente, moldeándola a su imagen y semejanza.
La puerta comienza a ser golpeada con brío, se puede sentir la celeridad de la persona que se encuentra detrás de esta, o ¿Y si soy yo el que se encuentra detrás de la puerta, esperando ser descubierto para, por fin, liberar mi alma de este maldito ser que la atormenta?
Mis parpados se comienzan a cerrar, la puerta deja de sonar y, por fin, puedo descansar.     
                                                                                ***
Luego de una noche incómoda, ya sea porque no llego a fin de mes y aún tengo por pagar el alquiler o porque sigo pensando en aquel hombre, me despego de la cama tirando las cobijas a mi paso. El desorden reina en la minúscula habitación. Nunca me ha gustado levantarme tan pronto, pero creo que en la situación en la que me encuentro no me queda de otra, estos son los momentos en los que me pregunto qué habría sido de mi vida si hubiera terminado los estudios, bueno, supongo que esas preguntas solo las podré acallar el día de mi muerte. 

Dando por alto toda la insalubre inmundicia que cubre el cuarto, salgo de este, con caución cruzo el salón intentando no despertar al pobre anciano que aun yace en su lecho, aunque lo más probable es que aun siga bajo los efectos del tranquilizante que se administra cada noche para poder descansar sin reparos, según dice, para evitar escuchar el susurro de la sirena que le salvó de ahogarse cuando era joven y que ahora quería devorar sus ojos como moneda de cambio por aquel favor que le hizo aquella vez. Puede que en muchas ocasiones se pierda en sus propios delirios como un niño que juega ser un héroe, pero eso no  hace que, cuando aún está cuerdo, deje de ser una buena persona que debido a su buena voluntad y a mi ferviente insistencia, decidió acogerme en su piso después de que mis padres se cansasen de mantener a un bueno para nada como yo. Cogiendo las llaves que se encuentran en la encimera del umbral del piso salgo del apartamento, cruzo el rellano, bajo las escaleras y abro la puerta dispuesto a terminar el día o, como mínimo, conseguir ver el atardecer sin que este queme mi podrida y vacía existencia.

Dentro de unos minutos las campanas marcarán las seis del medio día, hoy, como los otros días, no he podido conseguir el puesto de trabajo al que me había presentado, y lo único que me ha quedado ha sido esta pequeña chapuza a tiempo parcial en la que el recatado anciano me ha enchufado, algún día tendré que devolverle todos los favores que me ha hecho, no obstante no tendré ningún reparo en hacerlo, ya que bien se lo merece, puede que le compre un par de cámaras de vídeo vigilancia para que pueda resguardarse con más seguridad de la quimérica sirena que tan afamadamente lo persigue.
Por lo menos en este trabajo no es requerida ninguna habilidad exceptuando ser poseedor de dotes de limpieza, en efecto, soy el hombre de la limpieza de una escuela. Los angostos pasillos de este concurrido recinto no hacen más que dar fuerza a los fantasmas del pasado que atacan mi mente, reprochándome la falta de conciencia que tuve al dejar los estudios, ¿será posible que ese anciano lo haya hecho con segundas intenciones?
Aunque no parezca un trabajo agotador va a resultar siéndolo, no recordaba que la juventud fuese tan caótica y que pudiese inundar todo de inmundicia  tan rápido, en este momento agradezco que el trabajo se cobre por horas en lugar de por la zona de limpieza. Desde la distancia observo como los profesores se reúnen en una de las clases del edificio y comienzan  la reunión semanal, en la que hacen un seguimiento de todos los alumnos. Creo recordar que cuando era más joven siempre sentía pavor de esa situación, pensar en que todos mis docentes se reunían para conversar sobre mi comportamiento y rendimiento me ponía los pelos de punta. Al mirarlo desde la distancia pareciera que estuvieran preparando un plan maquiavélico para dejar a los inocentes niños sin recreo. De pronto noto como uno de los maestros gira su cabeza hacía el cristal superior de la puerta, desde el cual contemplo esta escena. Él, después de compartir unas palabras con sus compañeros y compañeras de trabajo se levanta y, con un semblante demasiado serio para la situación, se dirige hacia la puerta.      Al atravesar-la se me queda mirando durante unos segundos y me pregunta:

-              ¿Es que no tiene otro lugar que limpiar o algún váter que desatascar? Estamos teniendo una reunión muy importante y, si no le importa, necesitamos un poco de privacidad.- Dijo el encorvado profesor mientras me lanzaba una mirada de lo que yo intuía como desprecio.

Sin decirme una sola palabra más  dio media vuelta y regresó a su asiento. Yo, naturalmente me fui alejando de la clase en la que se daba la reunión.  Me había parecido un poco exagerada la respuesta que ese hombre me había dado. Mientras me dirigía a la minúscula habitación donde se guardan los materiales de limpieza escucho unos cuchicheos provenientes de dos mujeres que también trabajaban limpiando y ordenando las clases. No hacía falta escuchar nítidamente su conversación para darse cuenta de que conversaban sobre la reunión de los profesores. Por lo que discretamente pude escuchar esas congregaciones no parecían tener una finalidad laboral y por algunos de sus gestos con las manos y el movimiento de sus  secos labios conseguí saber que esa no era una reunión que únicamente se celebrase una vez a la semana. Yo, al haber comenzado a laborar en este trabajo hoy día no estoy muy enterado de la situación de este, ahora, un tanto misterioso recinto escolar.
El sol va escondiendo su presencia como una rata en una cocina. Por mi mente pasa la idea de visitar un bar que suelo frecuentar desde que dejé el hogar de mis padres, pero rápidamente la idea se desvanece como el dinero de mi cartera a causa de unos préstamos que solicite del banco para poder pagarle otros préstamos a una persona que ojalá no vuelva a ver.
Sin dinero ni entretenimiento decido caminar por las sosegadas calles de esta tranquila ciudad hasta verse poner el sol. Tan pronto como el sol se pone decido emprender rumbo hacia mi oscuro y lóbrego hogar. No se puede intuir que la noche vaya a ser especialmente animada, podría contar las personas que se encontraban cruzando la misma calle que yo con los dedos de las manos. Sin previo aviso comienzo a escuchar unos pasos acelerados que provienen de la calle que voy dejando atrás. Llevado de la mano por la curiosa y espontanea acción decido girar levemente la cabeza, solo lo necesario para poder observar el rostro de las prisas en persona.
Era una pequeña niña, de aproximadamente unos ocho años. Gracias a mi auto reflejo pude observar su rostro. Fuera la razón que fuera que tuviese para comenzar a correr debía ser lo suficientemente sería como para dibujar tamaña desesperación en su pálido rostro.  Tan pronto como la vi alejarse algo en mi interior me instó a seguirla, posiblemente no con desesperación, pero si con un intenso sentimiento de inexistencia que parecía emanar la pequeña. Este era tal que influía las ganas de correr en busca de lo inexistente y, como yo era la única persona que la vio alejarse en esa búsqueda, me veía obligado a seguirla. No es algo que se pueda explicar de forma simple, es como si algo más intangible que un recuerdo me coaccionase a seguir sus pasos.
En breve me encontré en lugares que nunca había pisado, casi asemejándose a una ciudad completamente diferente a la que no encontrábamos, casi como una ciudad anónima. La joven me condujo hasta un descampado, lo suficientemente grande como para hacer ver el cielo más próximo de la tierra. Las estrellas brillaban con un fulgor impropio de una acrópolis tan desenfrenada como esta. De pronto ella se va deteniendo a la par que el pensamiento y sentir del impulso no existente, lo que me hace frenar y adoptar su velocidad casi simultáneamente. Casi pareciese que durante la persecución me hubiese convertido en el títere de un caprichoso ventrílocuo. Luego de haber quedado libre del ficticio embrujo me quedo mirándola, su pelo es ondeado por la brisa noctambula, que hace que mis huesos se estremezca debido a las gélidas a la par que crecientes temperaturas. Antes de poder reaccionar la niña se encontraba en el suelo, se había desplomado mientras yo había quedado expectante ante el manto celeste. De una amplía zancada intento llegar a su posición. Su pulso era muy débil, casi indetectable.

Intente encontrar a alguien me que pudiese llevar al hospital más cercano, ya que no tengo ni para el transporte. Al no encontrar a nadie decido llevarla al apartamento del viejo, dudo que le encuentre algún problema ya que la pobre no parece tener ningún objeto que ubique si lugar de estudio o su casa, por tanto no tiene donde ir, por ahora espero.
Decido llevarla recostada en mi espalda. Al ser tan pequeña no tengo muchos problemas en transportarla. No sé si se trata de que las calles se encuentran demasiado solitarias pero no puedo evitar sentirme más observado a cada paso que voy dando. Consigo llegar con la niña a casa, sigue inconsciente. Me dirijo hacia el teléfono de casa mientras intento recordar el número de urgencias médicas. Al comenzar a marca este comienzo a escuchar lo que se asemejaban a arcadas, dejo el teléfono en su lugar y me dirijo a mi cama. Lo primero que observo es la a pequeña postrada en el suelo vomitando algo más blanco y espeso que el  bilis estomacal. Antes de que ella pudiese dar más rienda suelta a su malestar en el suelo la cojo en brazos y la llevo al baño.
Poco tiempo después de haber llamado a urgencias estos llegan y se la llevan en camilla y ambulancia. Después de  todos los incidentes ya mentados decido acompañarla en la ambulancia no es que tuviera la responsabilidad pero me veía con el deber e interés de hacerle compañía hasta el hospital.